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La semana pasada el Ministerio del Interior dio luz verde finalmente a la constitución legal del nuevo partido reformista ‘Cree’. Con ello se allana el camino para concurrir a las próximas Elecciones Europeas el 9 de junio de este año, iniciado tras la fundación del partido en febrero. Se abre así la puerta a la concurrencia de una formación decidida a revitalizar el impulso democrático de la Unión Europea, en un contexto difícil marcado por la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, y del avance de los extremismos populistas a izquierda y derecha del tablero político.

‘Cree’ avanza, así, en la expansión de los apoyos entre la ciudadanía y las personalidades, especialmente entre aquellos que saben que Europa puede hacer mucho más por el ciudadano de a pie, y que es necesaria una puesta a punto de los valores democráticos que fueron la base sobre la que creció todo el proyecto europeo, capaz de albergar países, zonas, regiones e ideologías diferentes pero con una identidad común unida por estos valores.

De la misma manera que es urgente una reforma completa del sistema político en España, también lo es del de la Unión. Que necesita como el aire acercarse más a los ciudadanos y alejar la sombra impersonal de los oscuros comisarios que desembarcan para asegurarse de que las políticas dictadas desde Bruselas se cumplan. Pese a sus vías de agua, Europa es un gran proyecto cuyo mejor capítulo está aún por escribir. Los fallos y los errores son tan sólo un escollo a superar en aras de la mejora común de la vida de todos los europeos. Con mayores cotas de libertad y de derechos sociales.

Por todo ello, es imprescindible la irrupción de un partido reformista fuerte, que no le tiemble la mano a la hora de poner a las élites en su sitio y de llamar a las cosas por su nombre. Este es el espíritu con el que ‘Cree’ se presenta al Parlamento Europeo, y una declaración de intenciones contundente de lo que va a hacer allí si obtiene la representación suficiente para gozar del músculo político para evitar que, una vez más, la clase política de siempre, enfrascada en su lucha inútil de toda la vida, marque la dirección de la Unión Europea.

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