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La Semana Santa tuvo el anuncio de un cristiano comprometido, el de un hombre que ama a Dios y que encontró en las cofradías el mejor vehículo para sostener una fe inquebrantable. Por eso, fue un relato de menajes para entender un mundo tan maravilloso pero a la vez tan complejo.

Pero fue también el canto del amor a una familia, la que le enseñó a mirar a la Virgen en la sonrisa de San Pedro y que ahora busca en la mano de su hija.

Y el de un beso al cielo para la que acababa de partir con las manos llenas de una vida de Caridad.

Pero también el pregón que cantó a la Esperanza de la que bebe Huelva y para el Señor que ilumina desde hace siglos los corazones de los onubenses.

Así fue cómo se deshojó una nueva primavera en los labios de un hombre bueno, capaz de cantar las grandezas de nuestra Semana Santa con el alma en la mano y el corazón encogido por las circunstancias. Su canto es ya historia como lo será la nueva Semana Santa que se ve venir para proclamar al mundo mensajes como los que Manolo Rodríguez dejó a todos los cofrades de Huelva.

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