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Este año, el amanecer del tercer domingo de agosto ha estado cargado de nostalgia. Ayer todos echamos en falta acudir al santuario justo antes de que el sol bañara las laderas del Conquero coronadas por el templete de la Virgen chiquita. Y es que, en este amanecer, faltaron muchas cosas, como las mujeres agarradas al paso de la Patrona o el cortejo popular de miles de onubenses que la llevan hasta la Catedral. Pero a pesar de todo, hubo otras muchas cosas que si estuvieron en torno a una celebración más que especial. La imagen vicaria, salió a la puerta del santuario para que en el patio se celebrara la tradicional misa previa al traslado. Con todas las medidas se seguridad y de distanciamiento social, se celebró esta solemne eucaristía con un aforo reducido que tuvo el privilegio de vivir el amanecer más bello junto a la Virgen de la Cinta.

Después, tuvo logar el rezo del Santo Rosario, como tradicionalmente se hace en la bajada, cuyos misterios fueron cantados por el coro de campanilleros que volvieron a resonar en la bella mañana. Los vivas de los presentes manifestaban la emoción contenida que avivaban los sones campanilleros que hicieron sonar sus voces con las tradicionales coplillas y letras que marcan el caminar, este año en nuestro corazón, de la Cinta hasta el centro de la Ciudad. La salve de los marineros volvió a sonar para marcar el inicio de unos actos y cultos que este año, tendrán que celebrarse en el Santuario con aún más emoción, buscando en cada plegaria la finalización de la pandemia.

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