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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha vuelto a poner de manifiesto que la provincia de Huelva solo le interesa para su disfrute personal -y el de su familia- cuando eligen el Palacio de Marismillas, en Doñana, para sus vacaciones.

Así se entiende en algunas localidades del entorno del Parque Nacional, donde lamentan la nula interacción del titular del Ejecutivo con la población de la zona.

Como ejemplo, baste citar la carta que le ha enviado esta semana el alcalde, de Almonte, Francisco Bella, en la que solicitaba amablemente una «breve entrevista» para abordar cuestiones que afectan a la localidad y que dependen de la Administración central.

¿Y cuál ha sido la respuesta por parte del presidente? Mirar para otro lado. Ni siquiera contestar la petición cursada desde la localidad almonteña por su primera autoridad.

Y eso que Sánchez -y su familia- han estado desde el miércoles hasta este domingo en término municipal de Almonte y, tal vez, lo más elegante habría sido un mínimo contacto con la máxima autoridad en el municipio. Ni eso.

Atrás quedan otros presidentes y otras actitudes, donde la lealtad y el «buen rollito» entre dirigentes políticos estaba por encima de polémicas y desencuentros absurdos.

Sánchez ha perdido esta Semana Santa la oportunidad de saludar a Almonte, a su gente o al menos a su alcalde, que representa a la sociedad almonteña. El presidente debe recordar que cuando se está sentando en el sillón del Palacio de la Moncloa se gobierna para todos. Para quienes le han votado y para los que no.

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