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Son ya dos domingos de Pentecostés sin los que la blanca paloma pueda salir de su nido. Sin embargo, el Rocío volvió a derramarse por todos los lugares en los que sus filiales mantuvieron vivo el sentimiento rociero en una noche tan especial. Por eso, en su reino de Almonte, los sentimientos se encontraban entre la nostalgia y la alegría por vivir un nuevo Pentecostés. Sensación agridulce en el paseo revestido con guirnaldas de eucaliptos, revestida la fachada también con el nombre muy presente de las 124 filiales.

Almonteños a las puertas de la parroquia de la Asunción conteniendo las ganas por segundo año consecutivo pero con la templanza que da la responsabilidad de esta situación. Los horas previas fue un conteo incesante de rocieros emocionados buscando la mirada que sana el alma. Cantes en el paseo, velas en la capilla, flores, encuentros y en el centro, la Virgen del Rocío, otorgando la esperanza necesaria para acoger el próximo año su esperado salto a la reja.

Sonaron las campanas de la parroquia de la Asunción y a las doce de la noche se rezó el rosario cantado por el grupo Requiebros, almonteños y rocieros que vivieron ilusionados este acto que marca el día más importante de un rocío que ya no concibe otra forma de celebración más que la de su salida por las calles de la aldea. Eso se pide a la Virgen para que el próximo año, todo esto halla quedado atrás, y su procesión por la aldea espante la oscuridad en la noche más bella del año.

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